Columnista Invitada: Dra. Ana María Betancur. Médica Funcional y profesora de nuestro curso “Sanando tu Digestión”.
@dranamariabetancur
Habiéndose extendido tanto el término muchos tendrán sus propias razones. Pero técnicamente el sistema digestivo posee un sistema nervioso tan especializado que comparte múltiples características con el “primer cerebro” que conocemos. Un segundo “cerebro” más pequeño en el intestino, un primer “cerebro” más grande en la cabeza.
En este segundo cerebro existen más de 100 millones de neuronas distribuidas alrededor del sistema gastrointestinal, que iguala casi en número a las neuronas de la médula espinal, y son muchísimas menos que las células del sistema nervioso central.
Este sistema nervioso especializado a nivel intestinal consta de células de carácter autónomo que se encargan de dirigir los procesos que conllevan a la liberación de secreciones para favorecer la digestión, la absorción de nutrientes, estimulan la motilidad intestinal y transmiten o no, la sensibilidad o percepción del dolor local mediante una comunicación constante y bidireccional con el sistema nervioso central (el primer cerebro) a través del nervio Vago (así se llama y no tiene nada de “vago”).
Así el “segundo cerebro” se encarga del óptimo funcionamiento del sistema digestivo, pero también informa permanente y principalmente de manera inconsciente al cerebro de lo que ocurre en nuestro abdomen. El “primer cerebro” modifica la función del sistema digestivo por ejemplo cuando agudizan los síntomas digestivos por estrés, pero el “segundo cerebro” también modifica el funcionamiento e influencia el funcionamiento del “primero”.
De manera interesante las bacterias que hacen parte de nuestro diverso ecosistema intestinal interactúan directamente con este “segundo cerebro” modificando la motilidad del intestino, pero también nuestra percepción del dolor o sensibilidad local. Es decir, las bacterias influyen no sólo la función local del intestino y la digestión, sino también modifican la información que se comunica al “primer cerebro”. Nuestras bacterias intestinales interactúan con estructuras del cerebro envueltas en procesar emociones como la ansiedad, y el afecto, y también la percepción del dolor. Ciertas bacterias intestinales pueden activar los circuitos de respuesta al estrés a nivel del sistema nervioso central, que se traduce en algo como: “no me siento bien”, mediante señales provenientes del nervio vago o en respuesta a sustancias inflamatorias (citoquinas) derivadas del efecto de los cambios en la flora intestinal, modificando así nuestras emociones, y nuestro estado de ánimo.
Es muy interesante porque esta compleja relación teórica, se evidencia diariamente en nuestra práctica médica.
Es claro que los pacientes con disfunciones del tracto digestivo padecen comúnmente de más alteraciones de sistema nervioso. La tristeza y la ansiedad que sentimos, particularmente aquellas no motivadas, pueden provenir de la comunicación con este segundo cerebro. “Me siento mal, y no sé por qué, pero no estoy bien”.
La emoción más relacionada al tracto digestivo podría ser la ansiedad. De ahí que los humanos seguimos estudiando aquellas especies de bacterias que nos pueden generar “felicidad”, sino de ahí proviene el nombre de la bebida tradicional del Kéfir de más de 5.000 años de historia, que significa “sentirse bien”.
Y es la razón por las que muchas personas en la consulta suelen percibir una sensación de más relajación y “bienestar” durante los ciclos de tratamiento para sanar la Flora intestinal.
Lo interesante es que, así como el “primer cerebro” es ejercitable y moldeable, el “segundo cerebro” estará más saludable “cuidando” de tu flora intestinal, evitando dietas con alimentos ultra procesados, incluyendo mayor diversidad de fibras procedentes de frutas y vegetales, evitando el azúcar y el exceso en el consumo de licor, mediante el ejercicio físico, y la gestión consciente de nuestras emociones como el estrés, que también afecta profundamente al intestino y a nuestra flora intestinal. Mucho para hacer para mejorar también la salud de tu “segundo cerebro”.
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